
Hoy he puesto de nuevo la mira sobre un papel en blanco, intentando pensar que es todo esto por lo que últimamente no escribo nada.
Estoy buscando algo de silencio entre tanto ruido en la cabeza, separando por carpetas los pensamientos, centrándome en esa serenidad que a veces tanto me falta.
La presión que ejerzo sobre mi misma en ese intento de mejora constante, en esa lucha interna eterna.
He conseguido alejarme de ese ruido por un momento, planteado una serie de prioridades y recordado todo lo que valgo y todo lo que merezco.
Análisis de conciencia, a plena conciencia. Sin piedad ninguna y por una de las pocas veces sin miedo a hacerme daño.
Me he perdonado los males que me hago a mi misma y visto desde fuera el bien que me hago. Y me he dado cuenta que no es tanto como quisiera.
La mirada a la vida en tonos grises, de esos que ya os he hablado. La desconfianza o la pena que me llega al mirar el mundo en el que vivimos. Lleno de corazones que dudan demasiado o se creen demasiado.
Os juro, sin creer en ningún «todopoderoso» que ojalá me resultará fácil pintarla con mil colores. Y que la sonrisa me saliera más a menudo.
Porque yo no soy de las que piensa que la felicidad es un estado constante o permanente. Más bien intermitente y puede que a veces incluso me parezca demasiado corto.
No quiero decir que no sea feliz, que lo soy, pero no me siento capaz de decir que es mi estado más duradero. Porque estaría mintiendo.
Estoy en el punto de asumir las piedras del camino y escalarlas en plan «free solo» sin arnés ni pies de gato. Reventandome las uñas como si en ello me fuera la vida. Si no cuidas el corazón es lo mismo, un fallo y puede que caigas unos buenos metros de ostia al vacío. Y a saber si puedes levantarte…
Ya no le digo a mis ojos que no lloren ni a mí boca que se calle, si quieres algo esfuerzo y valentía.
Ser quien quieres ser, poner atención en que es lo que te da ese silencio y tras él, la calma. Solo se puede trabajar duro en ello.
Un par de palabras bonitas cada mañana, una sonrisa al vernos y un abrazo. No se si resulta difícil creer que eso sea «felicidad por simplicidad» y que con eso valga.
Sin embargo si soy de las que piensa, que vale la pena priorizarse y darse el valor que nos merecemos. Con todo lo que conlleva. Reconozco que a veces me agoto y pienso en rendirme.
Recuerda que tu valor es cada esfuerzo que haces por no caer a ese vacío. Y sobre todo cada vez que conseguimos levantarnos.
Y entonces, a un instante de ese «a veces pensar en rendirme» se ha colado una luz por la ventana que ha reflejado una línea de cinco colores, y he vuelto a sentirme como cuando me da el sol en la cara, y noto algo de calor en estos días tan fríos.
Recargando las pilas y viendo todas las oportunidades de nuevo, más claritas sin tantos grises de fondo, un detalle de la vida tan simple que te recuerda que vuelvas a coger fuerzas, y he comprendido que sin ese miedo y esa lucha nada tendría sentido, por qué nada que fácil nos resulta, perdura demasiado.
Ya no siento que no estéis de acuerdo conmigo, ni siento tampoco que a veces no me comprendas. Solo siento si no ves en mi un alma que lucha y da todo lo que puede en cada paso que ando.
Y como yo, todos.
«Se amable, pues cada persona con la que te cruzas está librando su ardua batalla»
Platón
Y si siempre arriesgo, es por qué confío en que el corazón nunca me engaña.