
Con la esencia del corazón de un niño, y ese sentirse seguro que hace tanto que no sentimos.
Estamos sacando valor de dónde pensábamos que ya no quedaba, de esos lugares que tantas veces hemos dado por perdidos, igual qué tú con ese carácter tan intenso. Como yo, que tantas veces hemos tratado como no debíamos a quienes no lo merecían.
Tantas veces que hemos pedido eso que nosotros no hemos sabido dar, o que hemos fallado sin ni siquiera luego pararnos a pensar que lo habíamos hecho, por que ni siquiera hemos sabido darnos cuenta.
Con esa para ti “excusa” de que antes a nosotros eso ya nos ha dolido.
Y es que te entiendo, cuándo dudas, cuándo desconfías y piensas que yo también te voy a fallar.
Ese maldito impulso que tiene el ser humano de automáticamente tomarse las cosas según acontecimientos pasados que nos han dolido. Y seguimos pensando que, en esas mismas situaciones, tan parecidas ellas. Nos van a volver a fallar. Y va a volver a dolernos tanto.
Y antes de empezar, ya llegamos tarde. Ni idea de por qué seguimos pensándonos que todas las piedras son iguales.
Me cuesta escribir esto, pero podría decir que es como autolesionarse, no físicamente, sino emocionalmente, ataca directamente al corazón. Y no lo protegemos.
Aun así te entiendo. De verdad que lo hago, cuándo las palabras no te valen, y te sientes insegura. Y vives con esa voz constante que te dice algo así como “la vas a volver a cagar”. Y como no, te sueles echar la culpa.
El “me va a doler” es muy típica también, al menos en las mentes que conozco. Y joder, eso hace que no podamos ver las cosas, es como la vida en calidad de unos ojos con 5 de astigmatismo. Un horror vamos. Puede que no nos dejemos sentir por que no salimos de ese bucle.
Y sí, no tengo ni idea de cómo se hace, pero consigo domar a esa vocecilla a veces, como si publicidad fuera, me repito las frases que alimentan a mi lobo blanco, el bueno, el que domina mis actos ahora. Años cuesta y aún así a veces pierde la batalla y nos deja arrastrando por los suelos, y lo pagamos contigo. Que no tienes nada de culpa.
Y ya según la vida quiera o te vas, o te quedas. Tendremos suerte si te quedas.
Siempre vamos a cagarla alguna vez y no vamos a controlar los sentimientos y por si el carácter, y es que no solo es esta la mala noticia, súmale que la lucha interna constante dura toda la puñetera vida.
Me río un poquito cuándo escribo de esto. Por que es tan real y lo siento tanto así, que me río por no seguir llorando.
Al final hemos crecido en esto. Y asumimos mejor. Y sabemos pedir perdón y comprender que a quienes no nos sale, o no sentimos, no hay por que dárselo. Que si se van igual es que no les sale sentir como tú pensabas. Y no nos pasa nada en realidad si se van, aun que ahora te siga doliendo. Estoy segura de que la vida te va a demostrar que quien te quiere se queda. Y se va esa duda, por suerte, más veces de las que nos pensamos.
Se que aún tienes esos días que te levantas con la mente fuerte y el corazón latiendo en serio.
Que confías plenamente en que lo estás haciendo bien, y miras y es como si usaras las mejores gafas del mundo para ese astigmatismo. Lo ves todo claro y te sientes como para marcarte un buen plan estratégico.
En realidad, nos ha hecho comprender el valor de esa palabra, ahora valoramos otros detalles, más simples, pero más difíciles de ver. Y se quedan, lo que tienen que quedarse. Con nuestras cagadas y sin ellas.
Esos que han conseguido no hacer daño donde un día les dijiste que dolía, esos que han marcado un poquito nuestras vidas, que se han seguido quedando cuando no se veía nada o nos hemos asustado por pensar que no querías quedarte. Sin saber que iban a quedarse y con una sonrisa al vernos. Con esa amabilidad en sus ojos, esa comprensión y ese “te cuido” en silencio que nos dejan sus actos.
Yo también lo he hecho, también la he cagado. Pero quiero que quede certeza de que, si tú la cagas, yo me quedo.
Ni un segundo dudo que tú te quedarías.