Estoy olvidando quien me dijeron que debía de ser.


Llevo curándome toda la vida, parcheando mis heridas con vacíos que siempre había creído llenos.

Sin culpas más que la mía, por imprudente. Así vivimos, sintiéndonos como si nunca hubiéramos cumplido.


Ahora voy aprovecharme de la cura que hemos creado. Tengo en las manos el poder más valioso de la historia.


Brillaremos como todo ese oro que tanto os importa sin una micra de ello. No lo quiero.

Quiero el brillo de tus ojos aunque aún no te he encontrado.


Quiero ver brillar los míos cuando calmes esos lugares del alma a los que yo no llego.
Ya no espero. Ya no duele.


Porque ahora amamos lo que hemos conseguido.

Disfrutamos del silencio y de un buen libro, de esos sueños de irse corriendo a cualquier lugar en el que solo esté contigo .


Sin orgullo malo, sin ego.

Reconozco que he perdido en el juego de estar solo, no me ha ganado nadie, me he rendido. Y sin culpa repito.
Sí lo quiero. Quiero querer y que me quieran bien.


Sí lo quiero. Quiero querer y que me quieran bien.

Ya no hablo de los momentos tan bonitos de esos principios que engañan. Hablo del amor sincero y lento, del que aparece cuando menos te lo esperas, y sigo pensando, ojalá seas.

Ojalá seas, y quieras quedarte.

Como yo cuando te encuentre. Llegaremos, a esa isla y a esos sueños.


Y es que es cierto que compartiendo la vida de manera sincera y sin cuerdas es mucho más bonita que tan libre bailando por todos los jardines.

Me niego a seguir «ganando» y seguir diciendo mentira tras mentira el que «sola es suficiente» ya no quiero.


He alejado los dolores del alma de la mente y ahora confío en el tiempo de nuevo. Con sus contras y los peros.


Peros también los buenos, los pensamientos más que el físico y las maneras más que los besos.