Mi mundo favorito es junto a vosotros y a veces tan sola.

Y ojalá de repente despertáramos, en una mañana rodeados de campo y brisa, sin más ruido a nuestro lado.

Solo para andar por todas las laderas posibles o tirarnos en el suelo con la hierba rozando nuestro pelo y el sol dándonos fuerte en la cara. Y esos golpes serían los únicos en la vida.

Desaparecer queremos a veces, no lo reconocemos, solemos ocultarlo por no parecer locos, locos de esos que con las palabras pueden acariciarte o consolarte como si de una caricia se tratara.

Hago eso conmigo misma constantemente, me llevo a esos lugares maravillosos en los que ni siquiera os pienso. Y soy capaz de olvidarme de todas vuestras maldades o del conformismo de estas ciudades, tan crueles con algunos.

Y sí, quisiera no tener que preocuparme ni tener que olvidarme de vosotros. Pero sigo pensando en irme, lo más lejos posible, lo antes posible.

Sigo pensando en usar esa mochila que preparé un día por si pasaba “algo grave”, realmente nunca he llegado a pensar que la usaría. Pero si he pensado tantas veces que ojalá tuviera que usarla. Porque no nos merecemos tal belleza ni tantas oportunidades para hacer lo que hacemos, miserables, sin compasión por nadie ni la tierra.

Quisiera irme del mundo sin abandonar el mundo, sin tener que huir, quizá sería más fácil si todo desapareciera. Dejaría de importar más el dinero que las personas. Ya no habría más fines que justifiquen los medios.

Puede que sí que fuéramos más felices.

Sin nadie que se sintiera más grande que nosotros ni con derecho de elegir las víctimas. Incluso sabiendo que participamos nos quitamos las culpas. Injustos por naturaleza creyéndonos justos.

Hemos sido asesinos de ilusiones y de corazones que murieron hace mucho y serán enterrados dentro de unos cuantos años, aún palpitan aunque no vivan. Sin piedad alguna seguimos haciendo que la vida sea así.

Ya no hagas que te importa y haber llevado las flores en vida. Ahora ya no valen.

Solo espero, yo, que aún estoy aquí, quedarme en los versos y en esto que dudo que se pueda llamar poesía, y que cuándo lo leas te acuerdes de cuándo sonreía y te animaba con la misma sonrisa, aunque estuviera llenita de lágrimas que tú no podías ver. Que te acuerdes de esas películas que yo me montaba y sigas luchando con valentía como yo lo hacía.

Como si estuviera contigo.

Y mira la luna que tanto me gusta y háblala porque yo te estaré mirando. Y échale la culpa cuándo estés de mal humor. Y cuéntales las historias que yo te contaba, cuéntales que vengo de aquel de quien yo aprendí la poesía y esos ojos negros que tan lejos estaban. Por fin estaré con ellos.

Y no puedo negar que todo esto es por esa constante lucha introspectiva que para vosotros es “el dramita del día”.

Somos de querer a todos los corazones rotos, por los que hubiéramos muerto, para que ellos se quedaran.

Y sin embargo ninguno ha sido necesario para irnos, escribiendo doy la vida y espero que así me llegue la muerte.

Y puede que este sea el texto más duro que escribiré en mi vida. Pero me he puesto en ese lugar al pensar que te perdía, ni siquiera podía huir, ni de ella ni del dolor que nos provoca. Solo os digo lo que os diría si supiera que jamás volvería a veros.

Que me ha dolido y me duelen muchas cosas, pero que eso no importa y que me arrepiento solo de la vida que no he llevado.

De no haber escapado corriendo a las montañas a buscarme la vida fuera de vosotros y seguir pensando que era una tontería porque todo el mundo me dijera aquello.

Pero esto no es lo que duele, lo que duele es el mundo y lo descontrolado que está todo, no desespero por escribir estas palabras, ni nos hundimos por querer irnos de estos lugares. Solo queremos un respiro, fuera de la realidad, fuera de la caja a la que tanto nos hemos acostumbrado.

Igual luego no somos tan felices, pero podremos decir, que lo hemos intentado.