
Hoy va de culpas y culpables, o cobardes de esos de que la palabra duele. Más duele callarse y más duele mentirse, la palabra clara, ya lo sabes, y las verdades a tiempo y si duele que duela.
Bastante tenemos ya con lo que somos y con lo poco que controlamos lo que hacemos.
Echándonos la culpa unos a otros, sin ni siquiera pensar en que la responsabilidad afectiva es hacerse responsable de los vínculos que generas con los demás, que no se puede querer mucho y de repente no querer nada, que no se puede doler tanto donde un día te dijeron que duele. Bueno, que sí se puede, pero luego no intentes quitarte la culpa del daño que haces y sentirte “un niño bueno”.
Si has tratado a alguien demasiado bien por llenar tus vacíos existenciales que tan malas jugadas te pasan, esas jugadas tan perfectamente calculadas sin ni siquiera tú saberlo, para luego salvarte tu solo, previo haber conseguido quitarte la culpa con excusas baratas.
Cobarde sin generalizar, para ti solo, para cada uno de nosotros cuándo hacemos daño, cuándo queremos demasiado rápido. Y en realidad no queremos tanto. De habladurías facilonas y actos demasiado impulsivos como vías de escape.
Y parece de verdad que sientes tanto con tantas palabras. Esas que tanto te duelen cuando las oyes de esa boca que crees tan sincera. Tan sincera como la tuya con tus caprichos. Que al final nunca se convierten en actos, y sí en actuaciones y papeles que te marcas tan perfecto como Robert de Niro, implacables, impecables, sin duda alguna a creérselo.
Malditos cobardes y malditos los días que nos juntamos.
Seguiré equivocándome.
Y es que nos fallamos tantas veces al pensar que nos queremos, le damos tan poca importancia a lo que hacemos con el resto, no hay clemencia ni piedad por los corazones, culpables todos. Y cobardes al mismo tiempo por intentar quitaros la culpa.
“Pensaba hacerte ghosting, pero ya no” o mejor sí, porque no es de verdad lo que siento, porque es absurdo que le digas que la quieres y sigas buscando entretenimientos vacíos entre fotos y fotos que no llevan a ninguna parte, que es ridículo que salga de tu boca palabras que conmueven, que liberan que protegen, que te calman. Para luego irte a tu casa y pensar en desacuerdo a tus propias palabras y para ti mismo pensar que,”que falsedad más cruel he cometido”.
Contigo mismo y con ella. Ya está hecho ahora solo te queda intentar conseguirlo de otra manera, que parezca que es a ti a quien te han hecho daño y no tú con tus famosas escenas, del buen actor que eres.
Cambia los papeles, sufre, que ahora te pise toda esa culpa que sí tienes, porque yo me he cansado. Que jugar, jugamos todos. Pero tienes que saber hacerlo.
No vas a poder descubrir si seguimos haciéndonos los tontos, haciéndote creer que no sabemos nada, sentid ese alivio de haberos quitado la culpa. Y tú no te preocupes, no te preocupes por nosotros.
Yo me quedo con la mía, siempre con el honor por delante y si duele que duela. A cobarde si nos ganas.
Y esto quiere decir que todo lo que hacemos tiene una consecuencia, que pocas veces valoramos. Y más pocas veces, sintiéndonos valientes podemos deciros esto,
“He valorado un poco más, que yo también he hecho. Lo siento, si alguna vez solo me importé yo y me olvidé de ti”
Evittalas
Las heridas no se curan quitándote el remordimiento ni sintiéndote inocente de pecados contra el resto. Como podemos comportarnos con semejante vileza contra nosotros mismos.
Solo puede el perdón con ella, el perdón sincero, primero a ti mismo y después al reto.
Tan difícil nos resulta entender que lo que verdaderamente se recuerda de las personas es lo que te han hecho sentir, como te han tratado. Esa esencia que hay en los corazones que aplacan las palabras que pocas veces coinciden con los actos. Y que pena, cobardes! Que no queramos asociar las verdades a la vida y dejar de mentirnos, dejar de hacernos sentir culpables.
No te acerques a ella si no vas a quererla, ponte en la piel de una niña, como si esa niña fuera hija tuya y ahora, ahora que alguien le haga ese daño. Piensa sin piedad como cuando juegas a dos o tres bandas, como cuando la estás hablando solo por contestarla y no escuchando.
Todos sabemos que no te importa y solo estás llenando esos vacíos poco controlables.
No pienso quedarme, ni jamás cumplir tus ideales y menos desde luego cubrir esos vacíos. Solo pienso seguir arriesgándome, es siempre mi salida de emergencia aunque no me lleve a ninguna parte.
Eso sí, por favor. Sonríe si no vuelvo. Por qué seguiré escribiendo y seguirás hablando, lo que a otros ojos quizá les duela menos, porque estos ya no quieren escucharte. A cobarde nos sigues ganando.
Y eso, sonríe, por favor, si no vuelvo.
Por que como vuelva, malo.