
He mirado a la luna y me ha dado el «Sierra India» sin dudar un segundo. Por qué ha visto la sonrisa que ahora gasto todo el rato, sin miedo a que se acabe.
Se ha quedado tranquila, por qué sabe que ya no camino sola, que ya no tengo que andar sujeta a la línea de vida para no caerme. Que ahora tengo la fuerza de ese dos en uno del que tanto os he hablado.
Nos ha visto recorrer un montón de pueblos en dos días y ha dado el sí rotundo por qué confía en como nos hemos mirado.
Sin ninguna regla del juego más que aprenderse los códigos y tener la pulsera localizada.
Ha tirado la suerte al resto del mundo por qué a nosotros ya no nos hace falta.
Ahora puedo llamar casa a cualquier lugar si estamos juntos, un desear estar contigo igual de infinito que los fractales más complejos del mundo.
Me quedo en ese sexto, séptimo y octavo sentido que he descubierto si te oigo respirar a mi lado y puedo sentir como me tocan tus labios y me besan tus manos.
Ahora podéis venir a por nosotros, atacarnos por cualquiera de los flancos. Estamos preparados aún que pueda pareceros que no vamos bien armados.
Tenemos una luz especial que es tan potente que se pueden fundir todas las putas farolas, un punto guía en el mapa si me pierdo y una señal de emergencia siempre localizada.
Conocemos cada movimiento solo con mirarnos, como si pudieras meterte en mi mente y ordenarlos.
Improvisando como siempre, con la jodida plenitud de sentirnos enteros solos y aún así querer no dejar de mirarnos. Aprenderemos a rezar aún que no haga falta, por qué esto solo puede tratarse de un don divino, o una sobrenatural gracia. Y gracias doy cada día que pasa.
Fuerte me siento y mucho más si me acompañas.
Me gustaría veros saltando de tan alto como nosotros, sin ninguna garantía de llegar vivos abajo.
Me río si de sobrevivir se trata, mientras sea a tu lado.